miércoles, 7 de octubre de 2009

De poesia accidentada

Cuando alguien pega palabras como quien quiere la cosa demasiado yo abuso de la súbita inspiración maliciosa que me provoca leer poesía accidentada. No escribo inmersa en un sopor de antirealidad y placebos jugosos que sólo generan rompecabezas semánticos creados para esconder la evidente pobreza de pensamiento y repletos de facilimos mentales sino que me cocino en mi propio caldo de orgullo y fastidio fabricando tallos espinosos de verborragia asesina coronados de versos rosas que punzan la visión de quien me considera escribiente digna de ser leída. Me quedo a la mitad del viaje la mayoría de las veces, si, tirada al lado del camino que describió Fito, mordiendo la manzana que condeno a Eva a la sodomía eterna, tomando del pecho de una difunta que no me alimenta sino que lentamente me llena de muerte, y gozo.

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