domingo, 22 de marzo de 2015

Florencia de calle con apellido de Rosas



Florencia que asoma al recuerdo en el peso similar de un par de cortinas en el regazo mientras les coso las arandelas. Y pincharme el dedo gordo varias veces con la aguja porque buscar un dedal en el costurero es una pérdida de tiempo como lo fue intentar protegernos del amor. Si éramos las apasionadas, salidas de un cuento y en esa época sí que leíamos. También visitábamos museos y bares de viejos. Podríamos haber fundado una nueva generación de los 30 pero qué pereza ser tan novel y tan joven. Vos querías viajar porque ya habías conocido los besos internacionales y yo quería glamour nomás. Y así nos perdimos el rastro, el dibujo familiar de nuestros rostros al alba y asociar tu perfume a tu pelo ligeramente engrasado de tan fino como tus brazos, como todas tus extremidades de alambre.  Florencia sí que me empujaste a escribirte poesía que ahora se perdió pero que irrumpió hoy como el agua de un caño roto en esta habitación vacía y seca. Te volvería a buscar pero esta vez no fumaríamos tantos cigarrillos.