Prestame las líneas de tu rostro para escribir de la manera tierna que tenias de tenderme disfraces en tu cama.
Pasame la receta de tu mermelada de naranjas y de tu paciencia así aprendo de la quietud de tus manos de elástico e ingenio.
Dejaste en mí recuerdos larga vida, escondidas de cocina y tumbas de la gloria en un cajón. Ropas miniatura, costureros, sabor licor de huevo, enaguas, graciosos paraguas e incontables caricias que me regalaron tus dedos de cigarrillo armado. Y esas maratónicas corridas a saltarme tu tapial, aun la última vez cuando me mostraste tu invierno pleno.
Porque tus años le dieron tregua a mi niñez y te escapaste de mi vida cuando ya empezaba a navegar con vela propia.
Gracias por tu partida indolora, no significa que no se te extrañe por acá.
martes, 20 de octubre de 2009
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