lunes, 23 de marzo de 2009

Sulema con S

Se llamaba Sulema con S. Se divertía contando la historia de un padre ebrio y un empleado incompetente del registro civil hace ya 20 años atrás.
No había estudiado pero se jactaba de jamás incurrir en errores ortográficos. Su pasatiempo era leer obituarios. Una vez me dijo que no había texto más breve y romántico que la despedida pública a un ser querido. Nunca comprendí su punto de vista, aún no lo hago. Sulema con S era una criatura deliciosa. Mitad feminista, mitad misógina. Un raro espécimen de barrio. Nacida en invierno, le gustaba lucir su blancura transparente contrastada con los ridículos sombreros que cambiaba a diario.
Sulema, pero con S, no se había enamorado. Puso a prueba sus destrezas amatorias con ambos sexos y gozaba de una facilidad natural para la cama. Dos veces morí y reviví sofocada entre sus piernas magnas. Dos veces logré hacerme dueña de sus favores de samaritana promiscua. Dos veces solicité su ternura de turno y fuera. Dos veces tenté su destino de sexo en soledad.
Sulema con S nunca tomó en serio mis promesas de compañía.
Se divertía contando la historia de una declaración de amor en el diario, sección obituarios, hace ya 2 años atrás.

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